Durante la Semana Santa, en muchas regiones del mundo se presentan lluvias más frecuentes e intensas que en otras épocas del año. Esto se debe principalmente a factores climáticos y atmosféricos que coinciden con estas fechas.
Una de las principales razones es que la Semana Santa ocurre cerca del equinoccio de primavera en el hemisferio norte y el equinoccio de otoño en el hemisferio sur. En estas transiciones estacionales, los frentes fríos y cálidos tienden a encontrarse con más frecuencia, provocando sistemas de bajas presiones que generan lluvias.
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Además, en primavera las masas de aire cálido y húmedo provenientes de los trópicos y el océano chocan con las masas de aire frío del invierno, creando condiciones ideales para la formación de nubes de tormenta y precipitaciones.
Por otro lado, en algunas regiones tropicales y ecuatoriales, la Semana Santa coincide con la transición hacia la temporada de lluvias, lo que también contribuye a un aumento en la precipitación durante estas fechas.
En resumen, las lluvias de Semana Santa son un fenómeno climático recurrente causado por los cambios estacionales, el encuentro de masas de aire de diferente temperatura y humedad, y la transición hacia las épocas de lluvia en algunas zonas. Estas condiciones favorecen la formación de sistemas nubosos y precipitaciones más frecuentes durante esta época del año.